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Cataratas de Iguazú, el esplendor del agua


Texto y fotografías: Luis García Torrens


Formadas por el río Iguzú, en su deambular por la frontera entre Brasil y Argentina, se alzan majestuosas las Cataratas de Iguazú, una espectacular sucesión de 275 saltos de agua, llamadas a ser una de las “Siete Nuevas Maravillas de la Naturaleza del Mundo”.

Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Su enclave, dentro de los Parques Nacionales de Iguazú (en el lado argentino) o Iguaçu, en el brasileño, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es de una belleza incomparable y el espectáculo visual y sonoro, protagonizado por las aguas que se precipitan de manera constante al vacío, constituye una de las estampas naturales más impactantes que puede contemplar el ojo humano. Del lado argentino se extienden por la zona norte de la provincia de Misiones, y su descubrimiento tras un largo paseo por la pasarela que discurre sobre el agua resulta de una grandeza sobrecogedora, mientras que por la parte brasileña, en la región más occidental del estado de Paraná, junto a la ciudad de Foz de Iguaçu, su contemplación ofrece una hermosísima y amplia panorámica del conjunto.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
En total, ambos parques juntan una extensión de 250.000 hectáreas de selva subtropical, con áreas de mata atlántica en las que conviven alrededor de 400 especies de aves, más de 250 tipos de mariposas y medio centenar de mamíferos.
Su nombre proviene de los vocablos “y” y “guasu” que en lengua guaraní quieren decir “agua” y “grande”, respectivamente. Fueron descubiertas en el siglo XVI por los conquistadores españoles al mando de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en una incursión que realizaron en enero de 1542 desde la isla de Santa Catarina hasta Asunción del Paraguay, y fueron bautizadas con el nombre de “Salto de Santa María”.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Como toda maravilla tiene su leyenda. Cuentan que los indios caingangues, que habitaban las orillas del río Iguazú, adoraban al dios M’Boy, o Dios Serpiente, hijo de Tupã. El cacique de la tribu, Ignobi, tenía una hija de gran belleza llamada Naipi, quien había sido consagrada al dios M’Boy, viviendo sólo para su culto. Pero el día que se anunció la fiesta de consagración de la princesa, un joven guerrero, llamado Tarobá, que había quedado prendado de su belleza, decidió fugarse con ella en una canoa, río abajo.
Cuando M’Boy conoció la fuga se puso furioso y penetrando en las entrañas de la tierra retorció su cuerpo produciendo una enorme falla que dio origen a una gigantesca catarata, cuyas aguas turbulentas arrastraron a los jóvenes fugitivos haciéndoles caer desde gran altura. Naipi se transformó en una roca fustigada perpetuamente por las aguas revueltas de la catarata, mientras que Tarobá fue convertido en una palmera situada al lado del abismo, a cuyos pies se encuentra la entrada a una gruta desde la que el monstruo vengativo vigila eternamente a sus dos víctimas.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Leyendas aparte, las cataratas tienen una extensión de 2.700 metros y sus 275 saltos de agua, compartidos por Argentina y Brasil, las convierten en las más grandes y de mayor caudal del mundo. Conviene adentrarse y tomar el primer contacto desde el lado argentino. Tras un breve trayecto en un simpático tren ecológico que transcurre por la selva, se llega al conjunto de pasarelas construidas sobre el ensanchamiento del rió Iguazú, que permiten acercarse hasta el punto más impactante, y por la que, poco a poco, el visitante irá notando el aumento de decibelios producidos por el desplome del río en la Garganta del Diablo, un salto de 80 metros de altura, con un incalculable caudal, que levanta polvaredas de agua en las que es fácil ver reflejado el Arco Iris y en las que revolotean los intrépidos vencejos pardos, o de cascada, como son conocidos estos pajarillos que aparecen y desaparecen entre las mágicas brumas del agua.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Después de disfrutar de la belleza de tan sorprendente y abundante torrente, envueltos totalmente por los millones de partículas producidas por el agua al caer, hay que retomar el circuito superior para llegar a los saltos de Dos Hermanas, Bossetti, Bernabé Méndez, Mbigua y San Martín, cuya magnífica visión raya lo irreal. Un paseo escalonado en dirección a la orilla del río, denominado circuito inferior, que transcurre sobre un montaje de pasarelas, permite disfrutar de las cascadas desde una perspectiva diferente. En una pequeña ensenada formada en un recodo del río, unas lanchas neumáticas pasean al visitante sobre una lámina de agua agreste y salvaje y lo acercan hasta la base misma de algunos de los saltos para recibir, sin remedio, una de las “duchas” más gratificante que se pueda recibir jamás.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua

También, y si las mareas y corrientes del río lo permiten, se puede cruzar a la Isla de San Martín, un pequeño macizo repleto de vegetación, enclavado en el corazón del conjunto de las cataratas, desde donde es posible observar el Salto de San Martín y el Escondido, este último a través de una formación rocosa conocida como La Ventana.
De retorno hacia el punto de partida, se puede hacer una incursión, en vehículos todoterreno, en la selva subtropical que rodea el río. En este paseo de poco más de tres kilómetros, se puede tomar conciencia de la riqueza y hermosura de la selva y disfrutar de la exuberancia natural del Parque Nacional, en la que crecen con desmesura las más variadas especies vegetales del planeta.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Desde el lado brasileño se desciende por pasarelas hasta los numerosos miradores colgados literalmente sobre las paredes rocosas, que permiten contemplar los saltos de Dos Mosqueteiros y Tres Mosqueteiros que junto con el Ribadavia forman una sucesión escalonada de cataratas. Siguiendo el curso de las pasarelas se llega al centro mismo de la Garganta del Diablo, con una visión espectacular del salto Unión, el principal y más caudaloso, observado ahora desde abajo. Camino de la salida, sale al paso un último salto, el Floriano, que casi se puede tocar con las manos.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua
Tras el estruendo que forman las cataratas, el río Iguazú desciende caudaloso hacia su desembocadura, 23 kilómetros abajo, en el río Paraná, en el punto denominado Marco de las Tres Fronteras, por coincidir el vértice de Argentina, Brasil y Paraguay.
Cataratas de Iguazu, El esplendor del agua

 

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