Como se suele decir “tras la tormenta siempre sale el sol”, y afortunadamente parece que este axioma vuelve a confirmarse y esa “nueva normalidad” que todos ansiábamos y de la que tanto hemos hablado vuelve a instalarse entre nosotros, siempre que obviemos esos otros nubarrones que han vuelto a llenar de sombras nuestro horizonte.
Es evidente que el optimismo ha irrumpido de una manera espectacular en el mundo del turismo y que esta temporada está rompiendo todas las estadísticas prepandemia y dibujándose como extraordinaria.
El deseo de viajar forma parte del ADN de los ciudadanos de buena parte del mundo y la constricción a la que hemos estado sometidos durante más de dos años ha despertado nuestros instintos viajeros más profundos, aunque con ciertas barreras que esperemos hayan venido para quedarse dado la nueva ola de sensibilidades tendentes a la sostenibilidad y el cuidado del planeta, una causa difícil de armonizar si volvemos a ese turismo masivo, impersonal y depredador que ya estábamos soportando.
Sobre este tema reflexiona nuestro colaborador László Puczkó, que pone sobre el papel dos nuevos conceptos que ya empiezan a resultar familiares: la travitud o mal humor por la falta de viajes y la notrifobia, esa especie de pánico por no tener reservado ¡ya! el viaje.
Dentro de este nuevo panorama turístico que se dibuja, todo señala que el estrés mental y físico provocado por los sucesivos confinamientos ha hecho que los viajes de bienestar se conviertan en una necesidad imperativa y se sitúen en el primer puesto del pódium. Una magnífica oportunidad que el sector debe aprovechar.
En este número hemos querido plasmar una serie de reflexiones que contribuyan a que los viajeros responsables y concienciados puedan profundizar y/o conocer esa forma distinta de viajar a unos destinos que abogan por ofrecer salud, bienestar y ocio, junto a un patrimonio histórico encomiable, una arquitectura que es en sí misma un “instrumento terapéutico” –como señala otro de nuestros colaboradores habituales–, en unos espacios naturales casi mágicos. Es el caso de las termas italianas concentradas en la región de Romagna que hemos tenido el privilegio de visitar. Sin duda, otra dimensión del termalismo, tan parecido como diferente del nuestro, según la óptica con que se mire.
Descubrir cómo la cocción de alimentos en aguas termales contribuyó al desarrollo del cerebro humano o reflexionar sobre cómo la salud planetaria es la salud de la civilización humana y de los entornos de los que depende, son algunas de las lecturas que nuestros lectores podrán disfrutar en esta ocasión.
Que el sector se mueve es un hecho plausible, como lo demuestran las distintas actividades sectoriales que se han llevado a cabo en lo que va de año y que culminarán en septiembre, cuando Ourense se convierta en anfitriona del termalismo mundial con la celebración de Termatalia y el Congreso Internacional de Turismo Termal –bajo los auspicios de la OMT– en un “ambiente termal” plagado de actividades complementarias.