Texto: Teresa Pacheco
Fotografías:Luis García Torrens y cedidas
En el corazón de la histórica región de Transilvania, en el centro-oeste de Rumanía, y en la zona limítrofe de tres importantes zonas naturales: los Montes Apuseni, la Meseta Someşan y la llanura de Transilvania, nos encontramos con el Condado de Cluj, uno de los de mayor variedad étnica en el que junto a rumanos conviven grupos numerosos de procedencia húngara, gitana, germánica y armenia. A poco más de una treintena de kilómetros al sureste de la capital Cluj-Napoca, se encuentra la villa de Turda, bañada por el río Arieş y con un bello centro histórico, en cuyas inmediaciones se ubica la Salina Turda, incrustada literalmente en la ladera de una montaña con una composición mineral de halita pura (sal de roca), cuya proporción de cloruro sódico es superior al 99%.
Los primeros documentos que prueban la extracción de sal de la mina datan de 1271, aunque a finales del siglo XVIII se encontraron diversas inscripciones que remontan su explotación a tiempos de la dominación romana de la Dacia.
A lo largo de la explotación de los recursos salinos, la mina fue abriendo diversos pozos que recibieron los nombres de los distintos reyes rumanos: Terezia, Rudolf, Ghizela, Iosif y Anton. En 1853 se inicia la construcción de la galería Franz Joseph, más de 900 metros de pasillos horizontales que comunicaban los cinco pozos con el exterior, con la que se facilitaba la salida del mineral.
Centenares de metros de galerías con las paredes y suelos recubiertos de sal, como consecuencia de su sedimentación a través de filtraciones de agua, nos conducen a los distintos pozos que fueron explotados para la extracción de sal desde tiempos de la dominación romana, hasta su cierre definitivo en 1932, aunque a partir de esa fecha se utilizó como refugio antiaéreo durante la Segunda Guerra Mundial, y más tarde como lugar idóneo para la curación de quesos.
En 2008, y tras una inversión de seis millones de euros en buena parte procedentes de fondos europeos, se acomete un gran proyecto para transformar la antigua mina en un atractivo lugar de interés turístico, que abre sus puertas en enero de 2010.
En el recorrido turístico se puede ver la maquinaria de extracción original, un artilugio de madera, de forma octogonal, a modo de gran tuneladora, en el que se monta un cabrestante provisto de un eje vertical, conocido como “crivac” o “gepel”, con el que se extraía la sal. Cada uno de los brazos de la máquina era impulsado por uno o dos caballos, y la sal era transportada fuera de la mina en bolsas de piel de búfalo. Es la única máquina de sus características que existía en todas las minas de sal de Rumanía (y probablemente de Europa).
Continuando el circuito, y tras descender por unas originarias escaleras de madera recubiertas de sal, el visitante se encuentra con una monumental visión: un macro-complejo subterráneo de dimensiones faraónicas, en el que las propiedades saludables de la sal son explotadas dentro de un centro de ocio instalado en lo que fuera la mina Rudolf. Sus dimensiones (con 42 metros de altura, 50 de ancho y 80 de largo) crean una visión espectacular desde lo alto de la galería. Un ascensor panorámico acristalado (por cierto, de procedencia española), no apto para personas con vértigo, nos depositará en la base del complejo, en donde es posible realizar diversas actividades de ocio: zonas de juego, bolera, minigolf, tenis de mesa, una espectacular noria,... o escuchar un concierto en su auditorio, de proporciones no demasiado grandes, pero con detalles como los asientos calefactados, algo que se agradece para combatir una humedad del 80% y una temperatura que no sobrepasa los 12º C en cualquier época del año.
Desde esta primer etapa, se puede uno asomar al mirador que conecta con el pozo Terezia, en donde se ubica, entre otras atracciones, un lago de agua salina “navegable” con embarcadero, en el que es posible disfrutar de paseos en pequeñas barcas de remos, aunque para llegar a él, el visitante deberá realizar una pequeña maratón bajando una antigua escalera, que por momentos se vuelve interminable, y siempre con la angustia de que hay que volver a subirla.
Las especiales condiciones atmosféricas que confiere la salinidad, así como los grados de humedad y temperaturas constantes, han hecho de este singular espacio un verdadero espacio de salud, idóneo para el tratamiento de afecciones respiratorias tales como la bronquitis crónica, rinitis alérgica, asma, sinusitis o el tan de moda estrés provocado por los excesos de trabajo y preocupaciones. En la actualidad se llevan a cabo tratamientos colectivos para grupos de 50-60 personas (sobre todo en grupos de niños), durante 7 a 12 días, con estancias no superiores a los 30 minutos, aunque las sesiones pueden superar las 4 horas diarias, siempre y cuando sea mediante prescripción médica.
Una vez de vuelta al exterior, se pueden completar las sesiones terapéuticas (o de relax) con baños en el cercano complejo balneario compuesto por dos de los lagos más salados: Ocnei Lake (Lago de la mina) y el Lacul Rotund (Lago Redondo), alrededor de los cuales se han construido caminos y pasarelas de madera donde los bañistas pueden tomar el sol o dar agradables paseos impregnados de la sal en suspensión, o disfrutar de algún tipo de terapia en el pabellón del centro spa, situado entre medias de los dos lagos.