Por Teresa Pacheco
Desde alturas andinas que superan los 6.000 metros, la provincia argentina de Catamarca desciende hasta los 4.000 y 3.500 metros, en el denominado sector de la Puna, para seguidamente deslizarse hacia el este en caída más suave, en un alarde de preciosas estampas de valles y sierras caprichosamente cinceladas por los vientos que dejan al descubierto franjas de colores de los distintos minerales que las forman. Paisajes infinitos de extraña e incomparable belleza, sobrecogedores y cambiantes por la “acción del médano”, que traslada las dunas en un discurrir de arena a ras de suelo que dibuja siluetas que parecen espejismos.
Vista del Valle de Fiambalá con las termas en primer plano
La llegada del Dakar en 2009 marcó un antes y un después en la provincia de Catamarca. Situada en el noroeste argentino, su territorio predominantemente montañoso y elevado con amplias zonas de dunas, parajes salpicados de cardones, vegas, ríos, lagos, salares y volcanes, pasó a formar parte del recorrido del famoso rally cuando se trasladó desde África a Latinoamérica. Catamarca, hasta entonces una región bastante desconocida, ocupó su lugar en el mapa y el turismo de deporte y aventura empezó a descubrir al mundo la inmensidad y belleza de sus paisajes vírgenes y la particular identidad de unos enclaves marcados profundamente por la historia y la cultura heredada de los pueblos andinos y calchaquíes, unos orígenes que en connivencia con su pasado colonial definen el actual carácter de los catamarqueños.
A través de la Ruta Nacional 40
Desiertos de arena en movilidad constante donde la vista se pierde en lontananza, montañas de colores y oasis irrigados por las aguas que bajan de las cumbres, van desfilando a ambos lados del camino a lo largo de los más de 300 kilómetros que la mítica Ruta 40 recorre a través de la provincia de Catamarca, un tramo “insignificante” teniendo en cuenta que se trata de una de las carreteras más largas del mundo que discurre paralela a la cordillera de los Andes por más de 5.100 kilómetros, cruzando Argentina desde Cabo Vírgenes, en la provincia sureña de Santa Cruz, hasta el norte, en la Quiaca, provincia de Jujuy, casi en el límite con Bolivia.
Al noreste de la provincia, por el departamento de Santa María, la legendaria vía se adentra en territorio catamarqueño abriéndose camino por el Valle del Arenal, jalonado de bellos parajes y montañas de colores. La Ruta 40 vertebra un territorio poco poblado con pequeños núcleos diseminados y localidades de más envergadura que a su amparo permanecen conectadas con el resto del país y con el mundo.
El primer destino, ya en la región de Belén, es Hualfín, en el valle del mismo nombre, de terrenos bien irrigados y fértiles, cuyos habitantes han mantenido celosamente la tradición agrícola de su pasado incaico cultivando la tierra en grandes bancales en las laderas del valle. Junto al pimiento y los frutales, la vid es el cultivo más importante de Hualfín y casi todos los vecinos tienen su pequeño viñedo que cultivan con esmero bajo el sistema que denominan contra espaldera a una altura de 120 centímetros del suelo. Los terrenos pedregosos, la altitud (1.863 metros sobre el nivel del mar), un régimen de lluvias de 150 mm. anuales y un contraste térmico de más de 20ºC entre el día y la noche producen unos frutos llenos de posibilidades. Jorge Gómez y Cristian Figueroa, encargado y administrador, respectivamente, de la bodega de Hualfín, enseñan con modestia las pequeñas instalaciones de este nuevo emprendimiento municipal, de apenas tres años de existencia y filosofía cooperativista, que a corto y medio plazo permitirá que la producción total de uva se quede en Hualfín y aumentar así la ahora incipiente producción de vinos propios (Torrontés blanco y Malbec tinto). Todo marcha despacio pero marcha.
Oratorio de Los Orquera y edificios anexos, que datan de principìos del S. XVIII, y forman parte de la Ruta del Adobe.
Los restos arqueológicos que se encuentran en la zona se guardan en el Museo Jorge Saravia, donde es posible reconstruir su pasado como “sitio estratégico fortificado de altura”, que fue habitado por las culturas Cóndor Huasi, Ciénaga, Aguada y Belén. Junto al Museo, la bella Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, una joya de arquitectura popular construida en 1770, en adobe y madera de algarrobo, rememora la parte más dulce de la colonización española. Aquí, en Hualfín, durante las cruentas guerras calchaquíes, los conquistadores escribieron uno de sus capítulos más oscuros al tener que enfrentarse a sus pobladores originarios que liderados por el mítico cacique Juan Chelemín ofrecieron una resistencia heroica. Una rebeldía que se hizo extensiva por buena parte del territorio catamarqueño cuya intrincada geografía lo convertía en un refugio muy apropiado. Tan solo la disgregación consiguió aplacarlos, era el denominado sistema de mitimaes (derivado de la palabra quechua mitmay, desterrar). “Para un mundo en que cada cultura era un microcosmos en perfecto equilibrio con el medio, el traslado significaba la extinción total” en palabras de Rex González, arqueólogo, antropólogo y médico argentino estudioso de las culturas precolombinas. Es en esta parte del noroeste argentino, que forma parte de la denominada Área Andina Meridional, donde son más profundas las raíces de la América nativa y donde se encuentran los vestigios más antiguos y también los más ricos.
Puerta de acceso a las importantes explotaciones mineras de Farallón Negro y Bajo La Alumbrera, ricas en cobre, oro y plata, apenas se percibe en Hualfín la influencia de tan magna fuente de riqueza. Las construcciones modestas de factura baja y diseminada, sin trazado urbanístico definido, albergan una población sencilla que vive en gran medida de la política proteccionista del Estado y de los huertos y viñedos familiares.
La otra cara de la moneda es la capital de la región, San Fernando del Valle de Catamarca, donde se concentra más de la mitad de la población y posee aeropuerto y terminal de autobuses. A destacar la Catedral Basílica Nuestra Señora del Valle cuya fachada totalmente rosada, como la sede del Gobierno en Buenos Aires, preside imponente la Plaza 25 de Mayo, un gran espacio público en el centro de la ciudad a partir del cual se configura el tejido urbano en una cuadrícula casi perfecta. Este templo, construido a mediados del siglo XIX por el arquitecto italiano Luis Caravatti, es uno de los más importantes en su estilo de Argentina. Relevantes edificios religiosos y civiles, ricos museos y una interesante artesanía que pone el acento en la fabricación de alfombras y tapices artesanales, junto a una completa oferta hotelera y de restauración convierten a Catamarca ciudad en un buen punto de partida para visitar la región.
Catedral de Nuestra Señora del Valle, en la ciudad de Catamarca, del mismo color rosado que la sede del gobierno argentino.
Plan de Estímulo Termal
Una treintena larga de manantiales en estado natural salpican la intrincada geografía catamarqueña, de los cuales apenas media docena están actualmente en el punto de mira del gobierno de la Provincia.
María Natalia Ponferrada, Secretaria de Estado de Turismo y Juan Alberto Segura, geólogo y Presidente de la Asociación de Termalismo de Catamarca, hablan de la excelente oportunidad de desarrollo que el turismo termal puede aportar a su territorio, por lo que están impulsando un Plan de Estímulo con particular incidencia en los complejos de Fiambalá y La Aguadita, en el departamento de Tinogasta, seguidos por Los Nacimientos y Villa Vil en Belén, Lavalle en Santa Rosa y San Martín en Capayán.
La apuesta para habilitar debidamente estos interesantes y bellos lugares como destinos de salud y bienestar no pasa solo por la mejora y creación de infraestructuras adecuadas, sino también por la formación de personal, por una correcta dirección que elabore y paute programas y tratamientos y por una intensa labor de concienciación de una buena parte de los usuarios que solo ven en las afluencias termales un espacio para la higiene y el ocio.
Piscinas del complejo de Termas de Fiambalá.
Hualfín, manantiales en altura
A 13 kilómetros del núcleo urbano, una sinuosa y polvorienta carretera va tomando altura hasta el sorprendente y bello enclave de Los Nacimientos, a 2.300 metros sobre el nivel del mar. Varios manantiales brotan de la roca misma para caer en cascada ladera abajo, enfriando sus 37ºC en el descenso. Unas rudimentarias instalaciones de baños delatan el uso popular dado a estas aguas termales y desmerecen el entorno. Desde su altura se tiene una magnífica perspectiva del hermoso paisaje circundante y de las instalaciones del camping que unos metros más abajo ha ganado terreno a una naturaleza difícil para ofrecer una acogedora planicie sombreada de algarrobos centenarios y preparada para compartir asados y meriendas.
Tan solo a tres kilómetros de la Ruta 40 y a una altitud de 2.500 metros, en Terma de la Quebrada la gente aprovecha también las afloraciones termales (36ºC) en instalaciones de baños muy básicas y una zona de parking y barbacoas recientemente mejorada.
En un pequeño pilón a no más de un kilómetro de Hualfín, brotan de un caño las Aguas de la Colpa, bicarbonatadas alcalinas y de agradable sabor que los vecinos aplican en afecciones metabólicas y problemas digestivos y de hígado.
En el mismo departamento de Belén, al norte de la localidad de Hualfín, las Termas de Villa Vil, a 2.325 metros de altitud, perdidas en un agreste paisaje, sus cálidas aguas se contienen momentáneamente en un tosco recinto de piedra donde son aprovechadas para el baño antes de seguir su camino hasta encontrarse con el curso del río que discurre paralelo y tan cercano que cuando está crecido las inunda e impide el acceso.
Quebrada formada por las aguas termales de Los Nacimientos en su bajada desde 2.300 metros de altitud.
Fiambalá y Tinogasta, la belleza hecha paisaje
En amable tertulia en torno a un café, en lo que antes fuera la capilla de una casa colonial hoy convertida en la Hostería Las Cañas, coqueto y cuidadísimo establecimiento hotelero de tan solo dos habitaciones, Miriam, la madre del dueño, una argentina afincada en Alemania durante décadas y ahora viajera impenitente a la que no le resta por conocer más de media docena de países, afirma con contundencia que no ha visto paisajes más hermosos que los de Catamarca, especialmente los de la vecina región de La Puna y también los de Fiambalá, donde se asienta la hostería.
Vicuñas sobre el salar de la Laguna Negra, en el oeste de Catamarca.
Hacia el oeste y muy cerca de la Ruta 40, el departamento de Tinogasta (del que Fiambalá forma parte) atesora una nutrida lista de atractivos. Es puerta de acceso a la Ruta de los Seismiles, altísimos volcanes andinos de indescriptible belleza; conserva intactos hermosos ejemplos del primigenio pasado colonial español en la denominada Ruta del Adobe; y alberga el famoso Paso Internacional de San Francisco al que se llega tras recorrer parajes impactantes (198 km desde Fiambalá), moteados por colonias de flamencos rosa y recuas de vicuñas, que conecta el centro norte argentino con Chile y que viene siendo utilizado desde los tiempos más remotos. También en Tinogasta están las dos termas catamarqueñas que cuentan con un mayor nivel de infraestructura: Fiambalá y La Aguadita.
Nevado Incahuasi, uno de los impresionantes volcanes apagados que forma parte de la denominada “Ruta de los Seismiles” en las inmediaciones de El Paso de San Francisco, la frontera que une la provincia argentina de Catamarca con la región chilena de Atacama.
Cobijada en un valle de dimensiones colosales, la localidad de Fiambalá, “capital nacional del Dakar”, mira de frente a la Cordillera separada por un lecho cambiante donde el agua campa a sus anchas según la estación y el viento modela el paisaje de manera constante, trasladando las dunas caprichosamente. Un gran puente en construcción salvará el desnivel haciendo más fácil la comunicación con las Termas de Fiambalá. De momento, el jeep vadea el cauce seco y supera un ingente terreno de aluvión antes de adentrarse en la ribera arenosa e ir ganando en altura –hasta los 1.570 metros– a través de doce kilómetros de soberbias perspectivas, donde hace unos años unos chinos adquirieron miles de hectáreas.
Uno de los paisajes característicos de Catamarca
Las aguas de Fiambalá brotan a 75ºC en lo alto de una hermosa quebrada y se deslizan en cascada hasta alcanzar la primera de las 14 piletas de roca escalonadas donde van perdiendo temperatura de manera sucesiva. Están clasificadas como sulfatadas, silicatadas, alcalinas y bicarbonatadas por estudios de las universidades de Tucumán y de La Plata e indicadas para reumatismos crónicos, afecciones nerviosas y dolencias renales, y deben administrarse en tratamientos de 21 días para asegurar su eficacia. En realidad, actualmente, su prescripción se limita a las recomendaciones de un servicio de enfermería que asesora bajo demanda y atiende las posibles incidencias de los usuarios.
El complejo, como las aguas, se adapta a la pendiente de la quebrada con una pequeña hospedería, unas cuantas cabañas de alquiler, restaurante-cafetería con terraza, enfermería, pequeños habitáculos para mantenimiento, zona de camping con asadores y parking. Lugar con prioridad dentro del Plan de Estímulo Termal de la provincia, se están abordando actuaciones de ampliación y de mejora a varios niveles: seguridad, higiene y cuidado del entorno y está previsto también trabajar para darle una orientación más terapéutica. Muy concurridas durante toda la temporada se tiene previsto fomentar su uso turístico y deportivo para hacerlas más atrayentes tanto a los participantes del Dakar como a la gran cantidad de visitantes nacionales e internacionales que este evento moviliza (hasta 25.000 personas en la edición 2014).
Casi en línea recta hacia el sur y a una distancia prudencial, las Termas de la Aguadita –a 15 kilómetros de la localidad de Tinogasta– están siendo remozadas en su totalidad bajo la ejecución de un ambicioso proyecto de construcción que incluye la climatización del complejo mediante energía solar. Con esta actuación se pretende rescatar de la precariedad este espacio y ponerlo en valor para su uso colectivo y familiar. El proyecto comprende la creación de las infraestructuras necesarias, así como la rehabilitación completa de las distintas piscinas, baños y vestuarios, la construcción de un quiosco bar, un restaurante, zona de asadores cubierta y áreas debidamente forestadas con flora autóctona. Desde sus 1.450 metros de altitud se abarca una soberbia panorámica del entorno y del cordón montañoso de Zapata cuya silueta es conocida como el “gigante dormido”.
Las aguas de mineralización media emergen a una temperatura que ronda los 37ºC, y por su composición son sulfatadas, cloruradas, sódicas y bicarbonatadas y están indicadas para reumatismos, afecciones cutáneas y problemas nerviosos.
Viñedos contra espaldera, muy extendidos por la provincia.
Una de las más importantes iniciativas que se están abordando en la última década es este departamento de Catamarca es el cultivo extensivo de vid y olivo en grandes fincas con una producción ciclópea dedicada en gran parte a la exportación. Es el caso de los Altos de Tinogasta, de 400 hectáreas con bodega y almazara incluidas, o El Arenal, un auténtico vergel de viña y olivo en medio de inmensas e inabarcables extensiones baldías. Contemplándolas se entienden las palabras del escritor y político Domingo F. Sarmiento, que fuera presidente de Argentina entre 1868 y 1874, “el mal que afecta a la República Argentina es la extensión”.