Texto e imágenes: Josep Sánchez Ferré
A partir del siglo XVII el consumo de las aguas minerales y la cura balnearia se extiende por toda Europa debido a sus virtudes y a los beneficios que comporta para la salud. Es precisamente la popularización de los balnearios y el deseo de los visitantes y “agüistas” de seguir disfrutando de estas aguas en sus hogares, la razón fundamental de que el agua mineral comience a envasarse y comercializarse.
Desde finales del siglo XIX y bajo la denominación de agua mineromedicinal veremos cómo se venden primero en “boticas” y farmacias hasta llegar a las grandes áreas comerciales de hoy día, facilitando el acceso de estas aguas a los núcleos urbanos.
La demanda de consumo del agua mineromedicinal, recomendada por médicos y científicos de la época, favorecerá la creación de una próspera industria de envasado, que pasará en pocos años de los métodos manuales iniciales en la preparación y llenado de los envases hasta su total automatización. La incorporación de los avances tecnológicos en su proceso, junto a las facilidades de transporte permitirá su rápida difusión, manteniendo un notable crecimiento hasta nuestros días.
Jarras de gres, (1836-66) utilizadas en el transporte del agua mineral en los balnearios alemanes y franceses, hasta finales del siglo XIX. No se conoce el empleo de este tipo de envases en España.
Orígenes del uso terapéutico de las aguas minerales.
Conocemos el efecto beneficioso de determinadas aguas minerales en nuestra salud, desde que el médico griego Hipócrates (460 a.C.-370 a.C.) señaló en sus escritos “sobre los aires, aguas y lugares” un estudio sobre las diversas aguas y sus propiedades para el alivio de algunas dolencias.
Sabemos también que en época romana se difundieron los estudios de Plinio el Vejo (23-79) que estableció una primera clasificación de las aguas minerales naturales, impulsando su uso en bebida y baños, iniciándose la práctica del envasado del agua en ánforas y jarras de arcilla para extender su uso con facilidad, confirmados por numerosos descubrimientos arqueológicos efectuados en termas y baños que proliferaron por todo el Imperio Romano. Por el contrario se mantienen todavía imprecisos los orígenes y sistemas de expedición de estas aguas medicinales.
En este sentido y por su indudable importancia en el ámbito de la orfebrería hispanorromana es destacable la Pátera de Otañes, que descubierta en Castro Urdiales (Cantabria) en 1798, ha sido considerada como el documento iconográfico relacionado con las aguas salutíferas más importante de cuantos han aparecido en la Península.
De forma simple, de base plana, está realizada en plata con algunos elemento recubiertos de oro. Tiene un diámetro de 21,1 cm y pesa 974 gramos. El anverso se decora con escenas en bajo relieve relacionadas con la Salus Umeritana, representando a la diosa de la salud con forma femenina y otros personajes que muestran el proceso de recogida y transporte del agua. El resto de las escenas hacen alusión al culto que suscita el manantial y su valor curativo por lo que se le ha atribuido un carácter votivo. De cronología incierta, los últimos estudios la han situado a finales del siglo II ó inicios del III. En el año 2000 ha sido declarada Bien de Interés Cultural y actualmente la pátera se conserva en manos de la familia Torre de Otañes.
Durante el periodo romano se introduce la medicina profesionalizada de procedencia griega junto a ingentes obras de ingeniería sanitaria, aporte de agua potable, construcción de depósitos, alcantarillado, etc. y sus costumbres higiénicas (termas públicas y baños privados). Con posterioridad, la sociedad hispanoárabe continuará con el uso de los recursos hidrológicos de la península, reconstruyendo o mejorando las instalaciones de la época romana y afianzando una práctica médica que recurría a las virtudes de las aguas minerales para el alivio de las enfermedades.
Durante la Edad Media, se sabe que el Emperador Lotario II (1075-1137) debido a las epidemias de peste en Italia, se hacía llevar el agua de los manantiales de Burgbernheim hasta su residencia de Núremberg. Mucho más tarde se han recogido testimonios del transporte del agua de Plombières hasta la residencia de los Duques de Lorena para tratar al Duque Francisco I de Lorena (1545).
El uso de las aguas minerales como terapia se consolida por los tratados de los médicos españoles en el Renacimiento. Iniciado por Arnau de Vilanova (1238-1311) médico de Jaime II de Aragón , al que seguirá Julián Gutiérrez de Toledo médico de los Reyes Católicos , Francisco Vallés Covarrubias y Luis Mercado , culminará cuando en 1697, el Dr. Alfonso Limón Montero, catedrático de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, publica su famoso “Espejo cristalino de las aguas de España” que se considera el primer tratado de Hidrología médica española.
El manantial de las Vilas del Turbón, disponía de una fuente para la toma de las aguas en el interior del balneario con un espacio de reposo anexo (1927)
Las primeras botellas
Las aguas minerales se envasan por primera vez para su venta en el siglo XVI, en la población de Spa (Bélgica). Durante esta época se utilizarán como transporte del agua mineral unas jarras de gres elaboradas manualmente, dotadas de tapones de cera lacrada (para garantizar su procedencia) y asentadas con paja en cajones de madera. Los comerciantes las transportaban por tierra y por mar, vendiéndolas en lugares muy distantes de sus propias fronteras , utilizando carros que circulaban preferentemente de noche para conservar mejor las virtudes de las aguas.
Botellas de vidrio soplado utilizando molde, elaboradas manualmente. Ejemplares belgas de 1780-1800, de color ámbar con la base plana reforzada.
Francia será el primer país en establecer, desde 1772, una disposición Real para el examen y distribución de las aguas minerales, dando paso a las explotaciones de las aguas minerales de Vichy, Vittel, Evian, etc. En España la primera reglamentación sobre el uso de las aguas minerales se dictará en 1816 con la declaración de utilidad pública y la imposición de un director médico. Hasta finales del siglo XIX, el uso del agua mineral se entendía como una actividad artesanal dependiente de los balnearios y su distribución, muy limitada, se ceñía a las poblaciones cercanas a través de las boticas y farmacias. El abandono progresivo del gres a favor del vidrio vendrá propiciado por la facilidad de limpieza y su menor peso, pero todavía se mantendrá la fabricación de botellas de vidrio de forma artesanal.
Embalaje y expedición de las aguas de Contrexeville: etiquetado, enfundado, empaquetado previo al embalaje en cajas de madera (1906).
Será a partir de entonces cuando se crea la demanda creciente del embotellado del agua mineromedicinal de origen balneario, apreciados por los propios agüistas y recomendadas por los científicos del momento. En este sentido serán determinantes las manifestaciones de químico Louis Pasteur (1822-1895), cuando en 1865 y alertado por las contaminaciones de las aguas superficiales que podían llegar a transmitir enfermedades infecciosas recomendó a la población beber aguas minerales embotelladas .
A finales del siglo XIX se perfeccionan las maquinas de soplado de vidrio semiautomáticas , siendo capaces de producir 200 botellas por hora, tres veces más rápido que los métodos anteriores. En 1892 se patenta el tapón corona que sustituye al tapón de corcho utilizado hasta entonces y en 1907 aparece en EEUU la primera máquina totalmente automatizada para la fabricación de botellas de vidrio que permite fabricar 2500 botellas por hora.
La primera máquina automática para la fabricación de botellas de vidrio, diseñada por M.J. Owens en EEUU, en 1904, con 10 cabezas era capaz de fabricar 3600 botellas por hora.
El proceso de embotellado
En la España de finales del siglo XIX, los establecimientos balnearios de alto nivel en manos de empresas o sociedades con capacidad de inversión, trataron de reproducir el modelo europeo de centros de ocio y diversión, iniciándose la construcción de los grandes hoteles, casinos, etc. Esta actividad se complementará con la aparición de las primeras plantas de embotellado. Así aparecerán las envasadoras de los mejores balnearios de la época: Vichy Catalán, Solares, Solán de Cabras, Mondariz, Cabreiroá, Lanjarón,… . Pero también instalaciones más modestas de embotellado de las aguas en Carabaña, Loeches, Firgas, etc.
Embotellado, taponado y etiquetado en el mismo manantial de Lanjarón (1908).
El desarrollo de la creciente actividad embotelladora queda demostrado por el registro de marcas y patentes por parte de las empresas españolas líder en este sector, que rápidamente buscaran un reconocimiento internacional presentándose a las Exposiciones Universales de 1873 y 1876 y que finalmente obtendrán en la exposición de París de 1878.
La legislación del momento respecto al embotellado y etiquetado de las aguas minerales exigía la presentación de los análisis clínicos en las botellas que permitieran la identificación del tipo de agua, circunstancia que se aprovechó para publicitar en las etiquetas de los envases las marcas de las aguas o los mismos balnearios de procedencia. Artistas, grabadores e ilustradores de la época colaboraron en el diseño de las etiquetas y logos que todavía perduran en muchos casos.
En la mayoría de balnearios el proceso de envasado del agua mineral se realizaba manualmente en almacenes o locales habilitados para tal fin situados en el mismo manantial. Se utilizaban botellas de cristal que previamente lavadas a mano se rellenaban con el agua mineromedicinal en procesos muy poco mecanizados. Posteriormente se cerraban con corcho o cera, en algunos casos se envolvían en papel de seda, para finalmente colocarlas en cajas de madera rellenas de paja para evitar roturas en el transporte.
Mecanización del embotellado de las aguas en Vittel (1910).
La comercialización y distribución de las aguas utilizando primero carros de tracción animal, para pasar posteriormente a transportes automóviles se limitaba por lo general a las farmacias o pequeñas empresas de distribución que lo repartían por los establecimientos comerciales de las poblaciones próximas. Es conocida la presencia de aguas españolas en el extranjero (sobre todo en el mercado americano: Cuba, Argentina,…), por el impulso de propietarios de manantiales, a menudo enriquecidos por sus actividades en las Américas (indianos), que al volver a su país de origen invirtieron sus fortunas en actividades filantrópicas o productivas como la inversión en establecimientos termales. Es el caso de Casimiro Gómez en el balneario de Lérez (Pontevedra), J.M. García Barbón en Cabreiroá (Ourense), y buena parte de los socios de la compañía Vichy Catalán, en Caldes de Malavella (Girona).
Expedición y transporte de las aguas de Cabreiroá. (1910)
La crisis económica generada por la Guerra Civil se reflejará en los establecimientos balnearios y en consecuencia las plantas embotelladoras vinculadas a éstos, muy dañadas tras el conflicto, se verán obligadas a detener su actividad. La caída de la demanda provocará la venta de numerosos balnearios para otros usos distintos (sanatorios, centros de salud, etc.) y tan solo los establecimientos con plantas embotelladoras independientes superarán las condiciones de la penuria de la posguerra.
Es el caso de Vichy Catalán, Firgas, Carabaña o Mondariz que pudieron reanudar su actividad embotelladora en los años cuarenta, ayudados por el deficiente suministro de agua potable y la escasez de medicinas que fomentaron su utilización como remedio natural. A finales de los años cincuenta se vive en España un cierto aperturismo económico que permitirá disponer de créditos para mecanizar y regenerar la industria del agua embotellada, hasta entonces inexistente. Y por otro lado dejará de ser utilizada como remedio terapéutico para convertirse de manera progresiva en consumo como agua de mesa en todo el país. De todas formas la industria del agua embotellada continúa atomizada, la mayoría de balnearios embotellan sus propias aguas para el consumo local o de proximidad.
Las primeras líneas de envasado continuo de agua mineral en Vichy (1927).
En las Guías Oficiales de Balnearios y aguas minerales publicadas entre 1944 y 47, aparecen entre 27 y 29 balnearios que exclusivamente se dedican a la venta del agua embotellada, otros 9 que fabrican productos derivados de sus aguas (sales, jabones, etc.) y finalmente entre 51 y 54 establecimientos balnearios que embotellan sus aguas. Lo que supone que de un total de unos 160 balnearios activos en esta época más de la mitad de ellos embotellaban sus aguas bien para consumo propio, bien para su venta en mercados cercanos.
Los beneficios del consumo de las aguas minerales se extienden a los niños y jóvenes de la posguerra. (Tona, 1954)
A partir de la década de los sesenta la mayoría de las plantas de embotellado del país seguían ligadas a los balnearios. La pérdida de clientes de éstos les permitirá desvincularse de las casas matrices y junto a la progresiva automatización de los procesos de embotellado, favorecerá el relanzamiento de la explotación comercial de las aguas envasadas, que se convertirán en su mayoría en aguas de mesa. El crecimiento de esta actividad industrial, produjo los procesos de concentración de empresas y más tarde las grandes multinacionales penetraron en el mercado español….. pero esto ya es otra historia.
Médico de los Reyes Católicos, que en 1498 publica su “Cura de la piedra y dolor de la yjada y cólica rrenal”, en la que recomienda las aguas de diferentes manantiales españoles.
Los médicos de Felipe II y Felipe III, Francisco Valles Covarrubias (1524-1592) y Luis Mercado (1525-1611), respectivamente, son verdaderos impulsores de la utilización de las aguas minerales en sus escritos y en sus prácticas, hasta el punto que este último, a comienzos del s. XVII, impulsa la construcción de casas de baños porque considera que en ellas se pueden curar muchas enfermedades.
En España no se conoce la fabricación de botellas de gres para el agua mineral. Por el contrario la región de Westerbald (Alemania) fue mundialmente conocida por la producción de botellas de gres para todos los países europeos que embotellaban sus aguas, que se utilizaron también para otros tipos de bebidas dadas las excelentes condiciones del material para la conservación de las propiedades de los líquidos.
Es sorprendente comprobar el año de inicio de exportaciones, confirmadas por documentos de archivo: Italia (1585), Inglaterra (1600), Rusia (1600), Estados Unidos (1700), América latina (1737). Así como las cantidades; en 1772 Spa exporto a las distintas capitales europeas 134.000 botellas de agua. Solo en Suecia se importaron aproximadamente 30.000 tinajas y botellas de agua mineral provenientes de distintos establecimientos termales.
La situación de la transmisión del cólera y la fiebre tifoidea era tan alarmante que en su momento llegó a decir que “bebemos el 90 por ciento de nuestras enfermedades”. Sus experimentos refutaron la generación espontánea y crearon el principio Omne vivum ex vivo, clave en la actual teoría celular. Las consecuencias prácticas de su teoría lo llevaron al desarrollo de vacunas para varias enfermedades y la impulsión de la higiene como método efectivo contra el contagio de las enfermedades.
En 1887 la fabricación de vidrio se convierte en un proceso semiautomático cuando Ashley introdujo una máquina capaz de producir 200 botellas por hora en Castleford , Yorkshire - más de tres veces más rápido que los métodos de producción anteriores.